El monumento

2025.08

Dos arquitectos se hallaban discutiendo acerca de la posibilidad de un monumento erigido al líder supremo de la Nación en la plaza principal de un país lejano. El primero proponía construir una estatua gigantesca, tan grande que desde abajo solo podía divisarse con claridad sus rodillas y un poderoso vientre, mientras que la cabeza debería desaparecer entre las nubes. El segundo sugería, en cambio, mantener intacta la plaza y ubicar secretamente cientos de altoparlantes que vitorearan la gloria del líder y recitaran poemas dedicados a él.

—Tu propuesta es verdaderamente hermosa y sutil —repuso el primero—, pero adolece de un culto sólido y de un sentido histórico trascendental: quizás mañana desaparezca nuestra lengua y las futuras generaciones desprecien lo que escuchan.

—Sin embargo —le respondió el segundo—, tu propuesta es tan magnificiente como frágil, ya que la naturaleza o el enemigo podrían destruir tan legendaria estatua y socavar el carácter imperecedero de nuestro líder.

—Tu objeción es ridícula. —volvió a reponer el primero— ¿Estás insinuando que el líder supremo puede hallarse sometido por las circunstancias y no ser invencible?

—¡Calla! —le respondió enérgicamente el segundo— ¿Acaso tú infieres que él no encarna el alma de nuestro pueblo y que no trascenderá su legado en el tiempo?

Sin ponerse de acuerdo, ambos arquitectos decidieron consultar a un tercero, el cual era un alto funcionario del Consejo Supremo de Arquitectos de la Nación. Al relatarle sus respectivas propuestas, este les solicitó que esperaran un momento. Al poco rato regresó acompañado de una dotación que trasladó a los dos arquitectos a un calabozo. Al día siguiente fueron ejecutados por el delito de alta traición a la Patria.

La condena fue sugerida por el tercer arquitecto, quien comprendió que sus respectivos proyectos exponían monumentalmente las ocultas insuficiencias de su amado líder.

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