La cura a las adicciones
Decenas de flashes lo deslumbraron dolorosamente, la cabina en la que lo trasladaban del centro penitenciario hacia el juzgado era lúgubre. Las manos y pies esposados no le permitían más que dar pasos lentos, pequeños y ruidosos; aun así dos custodios a su lado y otros dos apostados detrás y enfrente de él, le hacían el camino aún más lento, así que los fotógrafos se daban un festín, debían obtener una imagen que despertara odio y aversión entre sus lectores.
Thomas era un tipo de baja estatura, algo rechoncho, moreno y con un pelo mal cuidado, lacio e intensamente negro, la barba rala de semanas que siempre había odiado y rasuraba cotidianamente, herencia de su padre, delataba sus orígenes rurales en México.
Aunque Thomas ya había nacido en Estados Unidos, y hablaba mejor inglés que español, su aspecto fue motivo de burla entre sus compañeros del colegio, que también migrantes habían heredado más rasgos reminiscentes del colonialismo o de las parejas norteamericanas de sus progenitores. Las burlas le afectaban poco, sus padres le inculcaron el orgullo de su raza, y además conforme avanzaba en el colegio, menos rostros morenos veía en los salones de clase, y para cuando se encontraba haciendo el doctorado en análisis biotecnológico del comportamiento humano, sus compañeros eran blancos, negros, amarillos y morenos de otros continentes.
Ahora encarcelado su aspecto servía para encender las hogueras de los extremos políticos del país, que usaron sus orígenes para testerear las raíces xenófobas de la gente, que detrás de la fila de policías y reporteros, vociferaban a cuatro vientos, exigiendo la pena de muerte.
Thomas sólo sabía lo que le transmitían los abogados de la empresa farmacéutica que lo reclutó cuando apenas salió publicada su tesis doctoral hacía ya siete años, en esa época tantos ceros en un cheque sorprendieron a sus padres que, no cabían de gusto por el éxito de su hijo. Ahora no los veía desde que la policía lo detuvo afuera de su casa, de inmediato fue incomunicado, por su grado de peligrosidad lo han mantenido en una celda individual, sin iluminación natural, en la que sin libros, televisión o radio, estaba absolutamente incomunicado.
Al entrar a la sala de la corte, los murmullos aumentaron de intensidad, se había prohibido el acceso a los reporteros por motivos de seguridad, así que la habitación estaba a medio llenar y cuando los policías lo llevaron a su asiento, pudo voltear para ver a sus padres, que lucían tristes, derrotados. Ellos sabían que su hijo era inocente, pero su confianza se había doblegado con la avalancha de información alrededor del caso de Thomas, al que juzgaban por ser responsable directo de la muerte de cientos de personas adictas a drogas duras, que recibieron experimentalmente una terapia innovadora, esto reduciría su consumo a niveles casi inexistentes.
Esta era la última audiencia y para Thomas el veredicto no sería ninguna sorpresa, sus abogados le habían comunicado que gracias a un arreglo extrajudicial, se había acordado negar la pena de muerte. Así que no moriría en los siguientes treinta días, pero estaba seguro de que no estaría presente para enterrar a sus padres cuando les llegara la hora y que nunca podría vestir de luto para honrarlos.
Se pusieron todos de pie, el jurado entregó un sobre al juez, quien leyó la sentencia.
–Thomas Martínez, el jurado de esta corte lo encuentra culpable de los siguientes delitos: Manipulación de información científica. Se declara que el acusado incurrió en la manipulación deliberada de datos y resultados científicos, alterando la veracidad de la información con el fin de inducir a error a la comunidad investigadora y al público en general. Por lo que es sentenciado a cuatro años de cárcel. Generación de resultados fraudulentos. Se constata que el imputado elaboró y presentó intencionalmente resultados falsificados, simulando hallazgos que nunca fueron obtenidos mediante métodos válidos ni reproducibles, constituyendo un acto de fraude científico. Por lo que es sentenciado a seis años de cárcel. Exposición de grupos vulnerables a terapias de alto riesgo para su salud. Se reconoce que el demandado expuso a poblaciones vulnerables a tratamientos experimentales de alto riesgo, sin contar con la debida autorización ética ni garantizar la seguridad de los participantes, poniendo en grave peligro su integridad física y mental. Por lo que es sentenciado a diez años de cárcel. Autor intelectual del homicidio de ciento treinta sujetos de investigación alrededor del mundo. Se establece que el acusado actuó como autor intelectual de la muerte de ciento treinta individuos involucrados en proyectos de investigación a nivel internacional, al diseñar, ordenar y ejecutar acciones que resultaron directamente en la pérdida de sus vidas. Por lo que es sentenciado a cadena perpetua.
No se necesitaba un doctorado para saber que nunca volvería pisar las calles de Estados Unidos.
------------------
Apenas lo movieron con el resto de los presos y ya lo tenían perfectamente ubicado. Thomas lo intuía y aunque intentaba ser cuidadoso y no exponerse, ni llamar la atención, sus habilidades eran inútiles casi pueriles.
Al final de la tercera semana, cuando Thomas cruzaba un pasillo no muy bien iluminado, que casualmente quedaba fuera del ángulo de visión de la cámara de seguridad, fue detenido por tres cabezas rapadas que, sin mediación comenzaron a golpearlo, ya en el suelo, uno de ellos sacó del calcetín una punta de acero afilada, que empuñó con dirección al cuello. Thomas intentaba zafarse, pero era inútil, lo superaban en número, habilidad y fuerza.
-A ver pinches gringos, ya se les acabó la fiesta, dejen al mexicanito ese en paz -dijo un tipo que bien podía ser primo de Thomas, sólo que dos veces más grande y con más músculos que tatuajes.
-No te metas hijo de puta, este nos lo encargaron -le respondió el tipo con la punta de acero apuntando al cuello de Thomas en el suelo.
-Pues a nosotros también, este mexicanito lo cuidamos nosotros ¿está claro?
El tipo con la cabeza rapada observó desconfiado a esa montaña de músculos, sabía que estaba solo, pero apenas intentará enterrarle la punta, decenas de compatriotas los aniquilarían en cuestión de segundos. Se le quitaron de encima y se fueron caminando, tan tranquilos, como si no hubiera pasado nada.
Thomas no sabía si estaba más aliviado o consternado por todo lo ocurrido.
-Levántate cabrón, no deben de tardar en venir los custodios, para ver qué ocurre.
Con todo el cuerpo magullado se esforzó por levantarse del suelo, y seguir instintivamente al tipo que, lo salvó de morir desangrado con una punta de acero en la yugular.
-Gracias -le dijo tímidamente, mientras el tipo continuaba caminando con naturalidad mientras lo ignoraba.
-De verdad te lo agradezco -insistió Thomas- pero creo que te equivocaste, yo no soy mexicano.
El tipo se detuvo de improviso y Thomas por nada se estampa en su espalda. Volteó y lo vio de arriba a abajo.
-Pues cabrón, tengo varios hermanos igual de prietos y panzones que tú, lo que sí es que hablas inglés como gringo, pero si no quieres despertar mañana con una navaja en el hígado, será mejor que te vayas sintiendo uno de los nuestros, lo cual te conviene, porque yo creo que todos los demás van a buscar el mejor momento para entregar tu cabeza y cobrar la recompensa.
Sin mediar más palabras ambos entendieron el acuerdo y Thomas continuó caminando detrás, primero por las zonas comunes donde invariablemente todos los observaban, ya se había regado la información. Paulatinamente comenzaron a deambular por pasillos solitarios, en el poco tiempo que llevaba recluido jamás había estado en esa sección de la prisión. Al final del pasillo había dos guardias y un sistema de detección de metales.
De manera automática el tipo musculoso, en silencio, se detuvo frente de uno de ellos, separó las piernas y levanto las manos a los costados. Lo revisaron escrupulosamente y pasó por el arco de seguridad, se iluminó una luz verde y otro custodio abrió la puerta permitiéndole el paso. La puerta se cerró y Thomas quedó solo con los guardias, imitó el comportamiento de su anfitrión y paso por la pesada puerta de metal.
Al entrar, Thomas pensó que se encontraba en el recibidor de un corporativo de oficinas, salvo por el hecho de que, todos eran hombres de aspectos latino que portaban el uniforme de presos de la penitenciaria. Se quedó observando durante varios segundos el movimiento de la gente, verdaderamente el ambiente era ajeno al un centro de reclusión.
Thomas salió de su asombro y volteó a todos lados, para encontrar a la montaña de músculos que lo había salvado de morir desangrado, el tipo había desaparecido entre el ejército de personas que se movía de una oficina a otra. En el centro de la inmensa sala, había una recepción con tres personas frente a sus computadoras, tomaban llamadas y tecleaban información afanosamente. Le pareció absurdo, pero era lo único que se le ocurría, se acercó a pedir informes.
-Buenos días -dijo dubitativo, sin mas argumentos que agregar.
-Buenos días señor Thomas -respondió uno de los presos que atendía la recepción-, ya lo están esperando.
No supo qué responder, no entendía qué estaba pasando, hace apenas menos de media hora estaba al borde de la muerte y ahorita parecía que iba a realizar un trámite burocrático.
-¿Quién me espera? -preguntó tímidamente.
-El Capitán y los miembros del consejo. ¿Desea algo de tomar?
Se encontraba perplejo, pensaba en lo surrealista de su situación, respondió casi a modo de burla.
-Un *latte *con leche de avena.
La otra persona de la recepción asintió. Su compañero se levantó de su asiento, y le indicó que lo siguiera.
-En un momento le llevo su café, acompáñeme.
Pasaron por decenas de oficinas llenas de cubículos, con el ambiente característico de un edificio de oficinas administrativas, salvo el aspecto de sus integrantes, era imposible pensar que eso era una cárcel. Le abrieron una puerta corrediza de cristal esmerilado, y una gran mesa de caoba con trece personas lo esperaban, la mayoría con el uniforme de reclusos, pero algunos, los únicos rubios, con trajes italianos.
-Bienvenido doctor Thomas, soy El Capitán, tome asiento por favor.
Su interlocutor no tenía ni treinta años, era por mucho el más joven de la mesa. Thomas se sorprendió de su juventud y del trato de doctor, que había perdió desde que comenzó su juicio hace ya más de un año. Thomas se sentó en la única silla disponible, de piel y madera, pesada y extremadamente confortable.
Volteó hacia ambos lados de la mesa, pero todos esperaban a que El Capitán diera alguna indicación.
-Doctor Thomas seguro debe tener muchas preguntas, trataré de responderlas, pero como verá hay muchas personas interesadas en usted, así que si no le inoportuna me gustaría iniciar.
Thomas sudaba profusamente y sentía la boca seca, cuando convenientemente alguien deslizo una taza con café *latte *a su lado, mecánicamente tomó un pequeño sorbo que le supo al paraíso.
-Seguramente nuestros jefes lo saben, pero a nosotros nos corroe la curiosidad. Cuéntenos ¿cómo hizo para matar a tantos de nuestros clientes en sus estudios?
------------------------
Thomas se disponía a terminar sus últimos pendientes en el laboratorio, y regresar a casa, deseaba un fin de semana tranquilo para disfrutar de un buen restaurante, tirarse al asoleadero en el jardín y chapotear un rato en la alberca.
Su Porsche estaba estacionado al lado del de el director general, prestación de la empresa que recibió a los dos años de haber ingresado. Los biotecnólogos de la compañía llevaban años buscando fármacos que ayudaran al control de la obesidad, hace una década pensaron que lo habían logrado, pero cuando probaron el medicamento en miles de personas alrededor del mundo, se triplicaron las tasas de suicidios. La empresa casi se va a la ruina, pero los inversionistas confiaron en que iban por la senda correcta, así que la re-financiaron y continuaron sus investigaciones. Sabían que encontrar la cura para un problema tan frecuente que parecía invisible, sería una excelente inversión. Por eso no dudaron en integrar a Thomas a su equipo, su estudio en ratas mostraba un control del comportamiento como nunca antes visto, revirtiendo hábitos que eran imposibles de erradicar.
Los inversionistas no estaban equivocados, dejaron a disposición de Thomas una pléyade de sustancias en experimentación, para que comenzara a evaluarlos y avanzar en su potencial desarrollo. En menos de dos años las pruebas en cerdos, en quienes el reto era mayúsculo por su ausencia de centro de la saciedad, demostraron controlar su consumo de alimento y bajar de peso, de forma casi mágica. Thomas había identificado un defecto en las células de diversos órganos, que afectaban su comportamiento, y administrando una inyección semanal a los animales, lograba esos increíbles hallazgos.
Los primeros resultados en humanos coincidieron con la hipótesis planteada, tras probar varias dosificaciones, encontraron la manera de inducir modificaciones en el comportamiento de las personas, que les reducía el consumo masivo de calorías, y algunos otros cambios que al principio se consideraron irrelevantes, pero que a la postre consolidaron a la empresa a nivel mundial.
En cuatro años de trabajo Thomas publicó los resultados de miles de personas con obesidad, tratados con su inyección mágica, el artículo científico demostraba una reducción de peso tan grande como la obtenida a través de las agresivas cirugías, destinadas a pacientes con severos problemas de salud derivados de la obesidad. Tras su aprobación en Europa y Estados Unidos, la empresa recibía toneladas de dinero en ganancias, tenían a la gallina de los huevos de oro. Para ese momento a Thomas le actualizaron su contrato y por primera vez en la historia un investigador, un científico tenía un convenio económico mejor que el de cualquiera de los mayores deportistas del mundo.
Como si eso no fuera suficiente, de inmediato, sabiendo lo que había descubierto, iniciaron pruebas para ver si la medicina podría funcionar en otros escenarios. Así que, comenzaron a tratar enfermedades relacionadas, como la diabetes, problemas del corazón, renales, hepáticos; y todo mejoraba, ampliando el abanico de ingresos de la empresa.
Thomas estaba convencido de que eso solo era el inicio, mientras su cuenta de banco se engrosaba significativamente, el seguía trabajando con sus ratas, nunca aceptó hacerse una figura pública, tenía mayor interés en sus experimentos, los cuales comenzó a mover hacia su verdadera pasión la modificación del comportamiento. Tras algunos ajustes, encontró la manera de mejorar modelos animales de enfermedades degenerativas. Los directivos no tardaron en comenzar a explotar estas posibilidades, sin saber que estaban abriendo la caja de Pandora.
Llegó al portón de su casa, la puerta automática comenzaba a abrirse y de improviso, decenas de patrullas lo rodearon, Thomas estaba confundido, no entendía lo ocurrido, pensaba que todo debía ser un error, con decenas de policías armados con rifles lo obligaron a salir del auto y sometido en el suelo, le colocaban las esposas, le recitaban sus derechos y le gritaban que estaba detenido por el asesinato de decenas de sujetos de investigación.
-------------------------------------
Thomas dio un segundo sorbo al café, y a punto de comenzar su respuesta fue interrumpido nuevamente por El Capitán.
-Me gustaría avisarle que, todos los caballeros aquí sentados son personas serias y muy ocupadas, como pudo observar, este es un centro de operaciones, controlamos la mayoría del tráfico de drogas, armas y personas a nivel global, es el lugar más seguro y blindado del mundo. Por lo que, esta conversación es muy importante para todos los presentes. También sabemos que el gobierno de Estados Unidos, y otros con quienes tenemos estrechas relaciones comerciales, han intervenido en el juicio que lo trajo hasta aquí. Por lo tanto le rogamos sea honesto, no esperamos escuchar una replica de lo ya publicado en todos los medios.
Thomas dejó de ver su taza de café, apoyó los codos en la mesa y cruzó los brazos.
-Veo que están bien enterados de mi trabajo y el escándalo que montamos para terminar en prisión. Pero es muy probable que no supieran lo que pasó después de publicar mi último estudio, donde se demostró que el medicamento redujo en más del ochenta por ciento el consumo de drogas duras, y con pequeñas dosis de mantenimiento las recaídas eran prácticamente nulas. Pensándolo bien, tal vez ustedes lo sepan mejor que yo -volteó a mirar a El Capitán, quien contuvo una sutil sonrisa-. Pues lo primero que llamó la atención al consejo directivo de la compañía fue que, la nueva aprobación para el tratamiento de la adicción a drogas duras se estaba retrasando más de lo habitual, por “motivos de seguridad” argumentaban. Volví a revisar las bases de datos, realizamos análisis estadísticos más rigurosos y no encontramos nada inusual, lo mismo que en los estudios de obesidad, diabetes y cirrosis. La primera noticia me la dieron tirado afuera de mi casa con esposas en las manos, mientras me transportaban a la comisaria los custodios me enlazaron una videoconferencia con el presidente la empresa. Sin muchos preámbulos me pidió que lo disculpara por la terrible situación a la que me exponía, pero era el único modo de enmendar los errores de ese estudio. Yo le aseguré que no había tales desaciertos, no cabía lugar a dudas. Me explicó que el errar era el estudio en sí, no entendía a qué se refería. Ahora, que me explica su cartera de clientes, creo que todo es más claro. Me comentó que las agencias regulatorias y de seguridad de diversos gobiernos alrededor del mundo, me imagino que sus socios comerciales, le hicieron llegar sus preocupaciones sobre cómo éste fármaco podría afectar sus proyecciones económicas, los cálculos estimaban la caída de gran parte del tráfico y venta de drogas ilegales a nivel mundial, situación que de inicio era compleja, pero que arrastraría a sus socios del mercado financiero, minero, tecnológico y tantos otros que de un modo u otro facilitan o se benefician de esa actividad económica. Las estimaciones no eran halagüeñas, los mejores escenarios contemplaban una crisis peor que la del inicio del siglo pasado. Mientras iba camino a la prisión lo único que se me ocurrió fue proponer que se retractara el artículo, situación que ya se había dado con otros fármacos donde al final no demostraron la utilidad prometida, y fueron retirados del mercado. Aclaró que la decisión no estaba en sus manos, y la propuesta de generar tal escándalo y polarización de la sociedad era algo que ayudaría a distraer la atención del verdadero problema económico que surgía ante la cura de las adicciones. Me pidieron paciencia, que todo mi apoyo sería recompensado generosamente, apenas la situación en los mercados internacionales se calmara, comenzarían a trabajar en una reducción significativa de la condena.
Thomas volvió a beber su café y se apoyó en el respaldo de la silla. La mesa permanecía pensativa en silencio.
-Le agradezco su sinceridad Dr. Thomas, para nosotros esta información es muy importante. Efectivamente asesoramos a los gobiernos en las proyecciones financieras, pero el *modus operandi* para corregir el problema es autoría de nuestros socios, ellos son los expertos.
-Me imagino que esta conversación se encuentra al margen de la compañía y sus socios ¿o me equivoco? -le pregunto Thomas a El Capitán.
-Así es Dr. Thomas, de hecho el que usted fuera sentenciado de por vida en esta penitenciaria tampoco es azaroso. Esta reunión fue organizada para hacerle una propuesta.
El Capitán se levantó de la mesa, invitando a Thomas para lo siguiera fuera de la sala de juntas, y detrás todos los integrantes de la reunión. Pasaron algunos pasillos y El Capitán se detuvo frente a una de las puertas, digitó un código que le permitió el acceso a un inmenso laboratorio de investigación. Thomas sin parpadear volteó a verlo.
-Mire Dr. Thomas, además de asesorar a nuestros socios comerciales, una de las labores de este centro de operaciones es buscar nuevas oportunidades. Nuestros investigadores han seguido de cerca su trabajo, y de acuerdo a sus consideraciones, sugieren que podemos utilizar estos conocimientos a modo de ingeniera inversa.
-¿Quiere que desarrolle fármacos que promuevan la adicción? -preguntó Thomas, mientras continuaba observando al actividad en el laboratorio.
-Yo no lo llamaría fármacos Dr. Thomas, pero sí, quisiéramos utilizar sus conocimientos para no sólo promover una mejor adherencia a nuestros productos, sino incluso incursionar en la modificación del comportamiento, para que nuestros clientes finales no tengan la menor intención de reducir su consumo, pero su conducta sea ¿cómo llamarlo? , políticamente correcta, no pierdan su capacidad productiva, lo cual resulta en mayores beneficios para nosotros y nuestros socios ¿no sé si me explico Dr. Thomas?
-Es decir el fin de las adicciones… tal como las conocemos -respondió Thomas sonriendo.
-Así es Dr. Thomas, eso sin contar con el acuerdo económico que le proponemos, tan solo con las ganancias por ser accionista del consorcio, el contrato que tenía con la compañía farmacéutica le parecerá un acuerdo para un becario. Y con algo de discreción y algunos ajustes logísticos, podría dejar esta prisión cuando lo desee.
Thomas se alejó un poco, caminó hacía el laboratorio sonriendo, viendo el trabajo que se realizaba.