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2025-04-19 -Antonio Castillo-

<STX>

Las virtudes cotidianas

Autor: Michael Ignatieff

Páginas: 335

Valoración: ★★☆☆☆

La señora Eleanor Roosevelt daba por hecho, como hacen siempre la mayoría de los activistas de los derechos humanos, que el universalismo de los derechos humanos y las virtudes cotidianas se complementan y se refuerzan mutuamente, pero ¿y si no es así?

Michael Ignatieff, presentador de radio y televisión, periodista, escritor y político, líder del Partido Liberal de Canadá y de la Oposición Oficial canadiense desde 2008 hasta 2011, es el autor de este ensayo patrocinado por el Carnegie Council, en el que busca respuestas a estas dos preguntas:

1.- ¿La globalización nos está acercando moralmente unos a otros?

2.- ¿Qué virtudes, principios y reglas de comportamiento compartimos?

Para la elaboración del libro, Michael Ignatieff visitó siete lugares:

Queens (Nueva York), Los Ángeles, las favelas de Brasil, Bosnia, Birmania, Fukushima (Japón) y la Sudáfrica posterior al apartheid.

Los problemas extremos causados por la diversidad de la población, la pobreza o la superación de catástrofes llevan a sus habitantes a enfrentar y tratar de resolver sus dificultades utilizando "las virtudes cotidianas", que dan título al libro.

Aunque "cotidiano" y "ordinario" son sinónimos, particularmente hubiera traducido el título del libro como "Las virtudes ordinarias".

A mi modo de ver, "ordinario" transmite mejor la idea de algo que es típico o usual, en comparación con "cotidiano" que enfatiza la repetición diaria.

Sin más preámbulos, te dejo con una recopilación de citas extraídas del libro que, en mi opinión, resumen el ensayo:

Somos seres morales porque no tenemos otra opción; nuestra supervivencia y nuestro éxito como seres sociales dependen de la virtud. No es una opción, sino una necesidad. No estamos obligados a ser héroes, pero sin duda queremos ser unos buenos padres y madres, hijos e hijas, vecinos y amigos.
Nuestra conciencia sigue siendo local porque nuestras lealtades fundamentales son locales y se dirigen a los parientes y los amigos, a los nuestros, a nuestro pueblo y nuestra comunidad. La revolución de los derechos humanos ha cambiado nuestra concepción del deber de los estados, pero dudo de que nos haya cambiado a nosotros.
La virtud cotidiana siempre los animará a favorecer a los ciudadanos cercanos.
Desde la perspectiva de la virtud cotidiana, la primera pregunta que nos hacemos de otro ser humano es siempre: ¿Es él o ella uno de nosotros o uno de ellos? Todo lo demás se deduce de esta pregunta inicial, incluso si debemos ayudarlos. Si son conciudadanos, y dependiendo del tipo de régimen bajo el que nos encontremos, es posible que les debamos alojamiento, ropa, atención, cuidados médicos u otras formas de asistencia. Si son extranjeros, lo que les debemos deja de ser un deber y se convierte, en cambio, en una cuestión de piedad, de generosidad o de compasión.
Los derechos humanos y las virtudes cotidianas están, pues, en tensión, así como la ley está en tensión con el sentimiento moral.
El objetivo de una sociedad liberal es crear leyes e instituciones que hagan que la virtud sea cotidiana.
La virtud cotidiana no puede prosperar en un entorno de injusticia organizada hacia los inmigrantes, las minorías y los pobres.

<ETX>

2025-04-19 -Antonio Castillo-

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